martes, 23 de septiembre de 2014

YATAPAPUANI de Javier Reyes en el 1900







..el kibbutz del
deseo no tiene nada de absurdo, es un resumen eso sí bastante hermético de andar dando vueltas por ahí, de corso en corso. Kibbutz; asentamiento, rincón elegido donde alzar la tienda final, donde salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro..."
...y de la Tierra al Cielo las casillas estarían abiertas, el laberinto se desplegaría como una cuerda de reloj rota haciendo saltar en mil pedazos el tiempo de los empleados, y por los mocos y el semen y el olor de Emmanuèle y la bosta del Oscuro se entraría al camino que llevaba al kibbutz del deseo, no ya subir al Cielo (subir, palabra hipócrita, Cielo, flatusvocis), sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia el kibbutz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos, y un día quizá se entraría en el mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa, y un día alguien vería la verdadera figura del mundo,..., y tal vez, empujando la piedra acabaría por entrar en el kibbutz...” Cap. 36. Rayuela. Julio Cortázar
El azar, algunas veces, hace muy bien las cosas ( no me atrevo a decir siempre).
Algunas experiencias recientes y algunos encuentros inesperados han propiciado que todo esto suceda. Casi a deshoras o a destiempo, he reunido este conjunto de obras que hasta hace poco permanecían enclaustradas acumulando polvo. Uno de estos encuentros me puso en contacto con esta idea: por qué privar a mis cuadros-obras de la oportunidad de encontrarse con sus espectadores potenciales? Acaso no fueron engendrados para establecer un diálogo más allá de mí; un contacto más allá de mi piel y mis ideas?
Y estuve de acuerdo en que era una vergüenza tenerlos en ese estado de semiabandono. Por eso decidí sacudirles el polvo, lavarles la cara y “presentarlos” al mundo. Cada uno de ellos con un cometido, con un mensaje oculto que ahora toca descifrar aunque hayan permanecido con los labios sellados.
Cada obra es el reflejo de una persecusión, el testimonio de una exploración en que la pintura es solo su soporte.
Sin saberlo (conscientemente) cada cuadro era una tentativa de encontrar mi Kibbutz del deseo. Aunque su naturaleza es efímera sí tuvieron algo de Kibbutz aunque sólo fuera ese maravilloso instante en que podía dejarlos marchar (porque las obras nunca se acaban del todo), ese instante colmado de luz sí contenía algo de Kibbutz.
Por eso debo aclarar que no son cuadros que pretendan describir la naturaleza del Kibbutz: más bien, cada uno de ellos en sí mismos, son el recuerdo de su destello, de su reflejo...
Y en el fondo, detrás de cada idea, de cada sentimiento...la voluntad del encuentro con el OTRO.
Javier Reyes “YATAPAPUANI”




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