El onubense asume la escritura como una opción irrenunciable para no sucumbir al torbellino de las apariencias; hay un bien que nos inspira y sorprende elegantemente desde el rincón más apartado.
Según Molín, "la vida nos regala lo mejor sembrando en nuestra conciencia cada vez que soñamos, y al despertar sentimos que ya hemos subido otro peldaño en la escalera de la evolución. Sin darnos cuenta nuestra personalidad se está escribiendo, y esto sucede en lo más profundo de nuestro ser. Aquellos esfuerzo e ilusión que ya dábamos por perdidos un día acaban dando sus frutos, y en cualidades inesperadas que nunca las concebimos como potencialidades propias. La palabra nos permite acceder a todo aquello que la sociedad llama 'imposible'; si tenemos paciencia, la distancia entre la realidad y la ficción cada vez será menor".
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