..el
kibbutz del
deseo
no tiene nada de absurdo, es un resumen eso sí bastante hermético
de andar dando vueltas por ahí, de corso en corso. Kibbutz;
asentamiento, rincón elegido donde alzar la tienda final, donde
salir al aire de la noche con la cara lavada por el tiempo, y unirse
al mundo, a la Gran Locura, a la Inmensa Burrada, abrirse a la
cristalización del deseo, al encuentro..."
“...y
de la Tierra al Cielo las casillas estarían abiertas, el laberinto
se desplegaría como una cuerda de reloj rota haciendo saltar en mil
pedazos el tiempo de los empleados, y por los mocos y el semen y el
olor de Emmanuèle y la bosta del Oscuro se entraría al camino que
llevaba al kibbutz del deseo, no ya subir al Cielo (subir, palabra
hipócrita, Cielo, flatusvocis), sino caminar con pasos de hombre por
una tierra de hombres hacia el kibbutz allá lejos pero en el mismo
plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la
acera roñosa de los juegos, y un día quizá se entraría en el
mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa, y
un día alguien vería la verdadera figura del mundo,..., y tal vez,
empujando la piedra acabaría por entrar en el kibbutz...”
Cap. 36. Rayuela. Julio Cortázar
El
azar, algunas veces, hace muy bien las cosas ( no me atrevo a decir
siempre).
Algunas
experiencias recientes y algunos encuentros inesperados han
propiciado que todo esto suceda. Casi a deshoras o a destiempo, he
reunido este conjunto de obras que hasta hace poco permanecían
enclaustradas acumulando polvo. Uno de estos encuentros me puso en
contacto con esta idea: por qué privar a mis cuadros-obras de la
oportunidad de encontrarse con sus espectadores potenciales? Acaso no
fueron engendrados para establecer un diálogo más allá de mí; un
contacto más allá de mi piel y mis ideas?
Y
estuve de acuerdo en que era una vergüenza tenerlos en ese estado de
semiabandono. Por eso decidí sacudirles el polvo, lavarles la cara y
“presentarlos” al mundo. Cada uno de ellos con un cometido, con
un mensaje oculto que ahora toca descifrar aunque hayan permanecido
con los labios sellados.
Cada
obra es el reflejo de una persecusión, el testimonio de una
exploración en que la pintura es solo su soporte.
Sin
saberlo (conscientemente) cada cuadro era una tentativa de encontrar
mi Kibbutz del deseo. Aunque su naturaleza es efímera sí tuvieron
algo de Kibbutz aunque sólo fuera ese maravilloso instante en que
podía dejarlos marchar (porque las obras nunca se acaban del todo),
ese instante colmado de luz sí contenía algo de Kibbutz.
Por
eso debo aclarar que no son cuadros que pretendan describir la
naturaleza del Kibbutz: más bien, cada uno de ellos en sí mismos,
son el recuerdo de su destello, de su reflejo...
Y
en el fondo, detrás de cada idea, de cada sentimiento...la voluntad
del encuentro con el OTRO.
Javier
Reyes “YATAPAPUANI”
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